Jardines Abogados de Atocha
por Jorge Espina
Hace más de cuarenta años a las 22:30 horas del 24 de enero de 1977, sonaba el timbre de la puerta en el piso tercero del número
55 de la calle de Atocha, de Madrid. Allí se encontraba uno de los tres despachos de abogados con que, coordinados por la actual Alcaldesa de Madrid Manuela Carmena, contaba el todavía clandestino Partido Comunista de España para asesorar sobre temas urbanísticos o vecinales a las incipientes asociaciones de vecinos o a para defender a los obreros en cuestiones laborales o penales. Abre la puerta Luis Javier Benavides. Entran dos tipos que le obligan a retroceder. Van armados con pistolas.
En apenas unos minutos, y tras preguntar por el paradero de Joaquín Navarro (uno de los organizadores desde las pujantes Comisiones Obreras de la reciente y victoriosa huelga del transporte) disparan sobre los cuerpos de los sietes abogados, así como sobre el estudiante y el trabajador que se encuentran en el local. Cinco de ellos mueren asesinados, los otros cuatros son heridos de extrema gravedad.
Los autores del atentado, conocidos ultraderechistas vinculados a la patronal del transporte; creyéndose bien amparados por sus contactos políticos, no se tomaron la molestia de huir de Madrid.
Aquel crimen, que trataba de atemorizar a todas las fuerzas políticas que en aquellos meses empujaban para que nuestro país dejase atrás la dictadura y se recuperasen por fin las libertades, pero especialmente al PCE, supuso un jalón en el camino hacia la Democracia. Porque si los asesinos y sus poderosos inductores trataban de impedir el avance hacia la libertad consiguieron justo lo contrario. La impresionante manifestación de duelo por los camaradas asesinados organizada en pleno centro de Madrid acabó de convencer a la dirigencia política de que unas elecciones sin los comunistas no serían verdaderamente democráticas, y que era inevitable la legalización de la principal fuerza política que había combatido a la dictadura.
Y es que la democracia de hoy debe mucho al voluntatismo de un puñado de luchadores comunistas que marcaron la pauta a la insumísión de movimientos obreros y populares, o de nuevo diseño como el estudiantil o el de los colegios profesionales; y de ahí al conjunto de la sociedad civil antifranquista. De ahí salió el potencial de la Transición que ha sido mal explicado (y mal entendido por algunos de nuestros actuales dirigentes) cuando se le reduce al empeño de un rey bueno y de unos conspiradores de sobremesa bien comidos, bien bebidos
y bien intencionados. La Transición la hicieron inevitables los agentes sociales que, en.buena medida impulsados por el Partido Comunista, combatieron el franquismo en las fábricas, en los colegios profesionales, en la Universidad, primero en las catacumbas, finalmente en las calles. Por eso es bueno recordar la vida de aquellos a los que un cruel atentado les llevó a la muerte o les causó heridas que perduraron siempre. Luis Javier Benavides, Francisco Javier Sauquillo, Enrique Valdelvira, Serafin Holgado, Ángel Rodríguez Leal, Miguel Sarabia, Luis Ramos, Lola González Ruiz y Alejandro Ruiz Huerta son nombres de personas que deben ser recordadas siempre. Por ello hay que agradecer la iniciativa tomada por IU, y aprobada en Pleno por todos los partidos políticos sin distinción, de poner el nombre de Abogados de Atocha a unos jardines en nuestra ciudad. Este viernes serán inaugurados en Nuevo Gijón, un barrio que tan bien simboliza ese pasado de lucha. obrera y vecinal en nuestra villa sin la cual sería imposible que hoy seamos lo que somos.
A todos, muchas gracias.A ellos, nuestro recuerdo. Porque, como aprendimos de Paul Eluard “si el eco de su voz se debilita, pereceremos”.