Área Metropolitana sí o sí

Por Aurelio Martín en elcomercio.es| Que nada cambie. Esa parece ser para algunos la esencia de la práctica política en Asturias. Otros, sin embargo, consideramos que el inmovilismo es la peor de las políticas posibles para el desarrollo de nuestra Comunidad Autónoma. Tampoco creemos que el inveterado localismo, enarbolado estos días por algunas fuerzas políticas bajo la bandera de un falso municipalismo, contribuya a resolver la desconexión interna, que es territorial pero no solo, que sufren nuestras ciudades, pueblos y estructuras productivas. 

Estos son, y no otros, unidos a la táctica electoral mal entendida, los dos obstáculos que explican el intento deponer en jaque la conformación de una estructura metropolitana en el Área Central de Asturias. Ni a Gijón como ciudad ni a Izquierda Unida como fuerza política nos encontrarán en esa mala jugada.

Durante las últimas décadas, la combinación de dos procesos globales, la globalización y las crisis económicas -y en especial sus consecuencias más directas sobre el empleo y la emigración-, y un tercer proceso de ámbito europeo, la inversión de la pirámide de población, han introducido modificaciones de calado en el papel de las entidades locales: nuestros ayuntamientos se han convertido en la última, cuando no la única, barrera para luchar en el ámbito local contra los impactos negativos en la economía y el medio ambiente y contra el crecimiento de las desigualdades que se derivan de estos tres procesos.La ausencia de una respuesta política en Europa por parte de los Estados, sumada a los intensos cambios en las relaciones entre economía y territorio consecuencia de los fenómenos de integración económica y tecnológica, han obligado a los municipios a asumir una responsabilidad que, en principio, no les correspondía.  

Abordar de una forma audaz y sostenible este nuevo papel es uno de los grandes retos que tienen hoy nuestros ayuntamientos. En Europa, y en menor medida también en nuestro país, se han venido configurando durante los últimos años diferentes iniciativas con una filosofía común: generar redes de ciudades que, a través de procesos de economías de escala, puedan hacer frente a sus nuevas responsabilidades desde una posición más ventajosa. La creación de estructuras administrativas metropolitanas, que se corresponden con las aglomeraciones urbanas reales y no con otras consideraciones, han sido la solución a estos retos que han adoptado ciudades como Londres o Milán, en Europa, y como Barcelona o Vigo, en España. Entidades locales que, desde el mantenimiento de su autonomía, generan sinergias a la hora de gestionar servicios públicos como el transporte, el agua, la gestión de residuos o la vigilancia ambiental, y que lo hacen estableciendo canales colaborativos con otras administraciones competentes cuando es necesario. 

Asturias no es ajena a estos retos. Tras décadas de debates inconclusos, el acuerdo de investidura que firmó Izquierda Unida con la Federación Socialista Asturiana en el año 2015 recuperó, actualizó y concretó una de las propuestas programáticas con la que nos presentaciones a las elecciones: desarrollar un modelo metropolitano en el Área Central de Asturias como punta de lanza de un proyecto estratégico de ordenación y vertebración del territorio que se estructurase desde una óptica municipalista. Tras una propuesta inicial del Gobierno de Javier Fernández, que contó con una oposición casi unánime por su desacierto en las formas y su falta de atino en el fondo, y una rectificación posterior animada por el consenso político y social alcanzado en Gijón, la negociación entre el Principado y los concejos interpelados dio sus frutos: el acuerdo en torno a los objetivos perseguidos y a los primeros pasos para avanzar en la configuración de una estructura metropolitana basada en la cooperación y en un liderazgo compartido e inclusivo de los ayuntamientos que reflejara nuestra realidad policéntrica. 

Sin embargo, la campaña electoral en la que parece que ya estamos inmersos ha despertado las esencias de algunos, dejando asomar las intenciones inmovilistas y las concepciones localistas tras malos argumentos publicitarios que poco o nada se sostienen y con los que pretenden romper, en tiempo de descuento, los consensos políticos y sociales de los que hasta ahora han formado parte. 

No es cierto que el desarrollo de un área metropolitana se base en la pérdida de competencias por parte de los ayuntamientos. Tampoco que la propuesta de configuración del gobierno metropolitano reste capacidad de decisión a los municipios en beneficio de la autonomía o del Estado. Todo lo contrario: se trata de coordinar y ejercer de manera colaborativa competencias que en unos casos son municipales, en otros autonómicas y en otros estatales, con el objetivo de conseguir una mayor eficaciaen su desarrollo. Y de hacerlo con un modelo de gobernanza en el que los ayuntamientos tengan la última palabra. Los últimos cambios introducidos en el convenioa propuesta de Izquierda Unida y del Ayuntamiento de Langreo inciden en el liderazgo municipal al ampliar la capacidad de decisión de los ayuntamientos -dos concejos que sumen el 50% de la población del área puedenbloquear una propuesta-, y al perseguir que la aprobación de los estatutos que regularán el ente se produzca por unanimidad. 

Con Oviedo o sin Oviedo, Asturias no puede quedarse atrás. Los bloqueos de parte además de ningún sentido tienen poco recorrido. El amplio consenso político y social alcanzado entre partidos y agentes económicos y sociales es el mejor escenario para el desarrollo de un proyecto estratégico que debe servir para reconectar Asturias con el futuro. No hay plan B: Área Metropolitana sí o sí.